Según la Unesco, la mitad de las más de 6000 lenguas y dialectos
que se hablan hoy en día en nuestro planeta habrán desaparecido a finales de
este siglo. Para que un idioma sobreviva, 10.000 personas deben hablarlo en su
vida diaria, pero las comunidades que utilizan estas lenguas en peligro no
superan las 2.500 personas.
Un idioma desaparece a la vez que sus hablantes o cuando éstos
dejan de utilizarlo para comunicarse. La guerra, los desastres naturales, la prohibición
sobre el uso de ciertos idiomas e incluso la adopción de lenguas dominantes
para progresar en el ámbito económico también pueden traducirse en la
desaparición de una lengua. Hoy en día, existen incluso lenguas habladas por
una sola persona.
Cuando una lengua muere, se va con ella la visión del mundo, el
sistema de valores, la filosofía que giraba en torno a la cultura que la
hablaba. Si una lengua se pierde, todos esos conocimientos culturales, esas
formas de entender el mundo que han ido evolucionando a lo largo del tiempo
desaparecerían con ella: historias, leyendas, canciones… en fin, la identidad
misma de sus hablantes caería en el olvido.
En este contexto, nos encontramos con Yang Huanyi, la última
persona en el mundo que sabía nu shu
(女书).
El nu shu, que quiere decir escritura
de mujeres, es un sistema de escritura silábico nacido en la provincia de Hunan
(China) alrededor del siglo III que estaba inspirado en la escritura china
tradicional. Fue creado por mujeres para comunicarse entre ellas en una época
en la que la escritura china y, en general, la educación, era sólo accesible a
los hombres. Mientras que éstos trabajaban en la agricultura, las mujeres
debían quedarse en casa, ya sea de sus padres o de sus maridos. Se practicaba
el vendado de pies, que dificultaba el movimiento y, por lo tanto, el contacto
con otras personas. De esta forma, crearon una lengua «secreta» y
exclusivamente femenina para poder burlar las fuertes restricciones de la
sociedad. Era transmitida de madres a hijas y sus manuscritos solían quemarse o
enterrarse en los funerales.
El nu shu se utilizó,
en su mayoría, para las llamadas «Cartas del tercer día» o san chao shu (三朝书), escritos en
tela que se enviaban a la novia tres días después de la boda que contenían
consejos sobre el matrimonio además de poemas y canciones para expresar pena o
esperanza por un enlace que solía ser concertado. También se usaba para decorar
abanicos y bordados a modo de diarios que recogían los temores y reflexiones de
la mujer.
Yang Huanyi, que aprendió nu
shu cuando era sólo una niña, afirmaba que esta lengua «hizo sus vidas
mejores, porque les ofreció una forma de expresarse». A partir del siglo XX, la
situación de las mujeres cambió notablemente y, con ella, el nu shu perdió importancia e interés,
hasta tal punto que dejó de transmitirse de generación en generación. Con la
muerte de Yang Huanyi en 2004, el nu shu
parecía destinado a la desaparición y, junto con él, esta característica
resistencia de las mujeres en una opresiva sociedad de siglos pasados. Por
suerte, el interés por su estudio y conocimiento renace lentamente y el
gobierno chino se esfuerza en conservar los indicios que nos quedan de este
código de escritura, cuyos caracteres se comparan al dibujo de unas flores.
Beatriz Bustos Rincón
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