viernes, 12 de junio de 2015

¿Dónde está la mancha del Canal de la Mancha? (¿Y los hornos del Cabo de Hornos?)


La Historia está llena de ejemplos de errores de traducción que ilustran muchas veces el valor del trabajo de los traductores e intérpretes. Y es que a veces un error puede llegar a convertirse en una divertida anécdota o conllevar terribles consecuencias. A continuación explicamos algunos errores curiosos de traducción en distintos ámbitos:  

En la Historia
:
En plena Guerra Fría, un error de traducción de un discurso del primer ministro soviético Nikita Khrushchev se malinterpretó y pudo causar un conflicto bélico a nivel mundial. Khrushchev dio un discurso en la embajada de Polonia en Moscú en el que, entre otras cosas, alababa el comunismo y denunciaba los peligros del capitalismo pronosticando su desaparición. Al terminar, Khrushchev dijo una frase (Мы вас похороним) que se tradujo del ruso como Vamos a enterrarlos y esto se entendió como una amenaza a los países de Occidente. En realidad esta frase quería decir algo como Prevaleceremos sobre ustedes para expresar la creencia de que el modelo soviético duraría más que el modelo capitalista de Occidente.

En el nombre de algunos topónimos:
Canal de la Mancha Cabo de Hornos: este cabo chileno fue bautizado en 1616 como Kaap Hoorn por el explorador holandés Willem Cornelis Schouten en honor a su pueblo natal. En inglés el nombre perdió una o quedándose el nombre en Cape Horn ya que los holandeses pronuncian las dobles o como si fueran una sola. Después este nombre se tradujo al español como Hornos, supuestamente por su similitud con el término español. 

  Canal de la Mancha: este estrecho que separa Francia de Gran Bretaña recibe su nombre debido a un error de traducción del francés. En este idioma recibe el nombre de La Manche que significa manga, algo lógico ya que es largo y estrecho como la forma de una manga. En español se tradujo relacionándolo con el término mancha que nada tiene que ver con su significado original.  

En el ámbito médico:
Existen otros casos en los que un error de traducción o interpretación puede tener consecuencias graves para la salud de algunos pacientes. Ese fue el caso de Willie Ramirez. Willie era un cubano-estadounidense de 18 años que en 1980 salió con unos amigos cuando empezó a sufrir un dolor de cabeza muy agudo. Lo trasladaron a un hospital de Florida y allí los amigos explicaron al equipo médico por medio de un intérprete que podría tratarse de una intoxicación alimentaria. En el hospital interpretaron la palabra intoxicado por intoxicated, que en inglés hace referencia a un estado de embriaguez. Por esa razón, le administraron un tratamiento que hubiera sido efectivo solo si el paciente hubiera ingerido drogas o alcohol.
El intérprete que estaba en el hospital admitió haber usado la palabra intoxicated, pero advirtió al médico que no se trataba de algo relacionado con el alcohol o las drogas. También dijo que no era un intérprete oficial. Willie terminó tetrapléjico a causa de una hemorragia que tuvo en la cabeza durante más de dos días mientras estaba inconsciente en el hospital. Tras varios juicios, la ley le dio la razón y Willie recibió una indemnización de 71 millones de dólares por daños y perjuicios.

Por otro lado, hasta 47 pacientes alemanes experimentaron problemas por la implantación de prótesis defectuosas. Esto también se debió a un error de traducción. En las instrucciones de las prótesis se especificaba en inglés que se trataba de prótesis non-modular cemented y que se tradujo al alemán como prótesis que no requieren cemento, cuando en realidad significa que no son modulares y que sí debía aplicarse cemento. La mitad de estos pacientes necesitó de nuevo una operación.

Estos son solo algunos ejemplos que sirven de recordatorio para valorar el papel de los traductores e intérpretes. Aunque todos cometemos errores, siempre es mejor contar con un profesional para conseguir un producto final de calidad. Esperemos que en un futuro los fallos que se cometan se conviertan en simples anécdotas y que nadie tenga que sufrir las consecuencias de estos errores.   



Margarita Caro Perea