Hace poco se ha celebrado en el
Centro Artístico Literario de Granada la lectura de obras de un joven poeta contemporáneo
ruso, Rinat Valliulin, acompañada de un breve recorrido por la historia de la
literatura rusa y su evolución actual que nos brindó uno de los presentadores.
Rinat Valliulin es bilingüe de tártaro y ruso, vive en San Petersburgo e
imparte clases de lengua española en la Universidad Estatal de San Petersburgo.
España está muy presente en sus poemas, que conocimos en traducción española los
que asistimos a la lectura.
El hecho de dominar varios idiomas, –ruso, tártaro,
español, francés, inglés-, ha desarrollado en el poeta un sentido muy profundo
de la lengua. No sólo juega con conceptos, sino también con palabras y
estructuras sintácticas, inspirándose, en parte, en las formas creativas de Mayakovsky.
Mezcla raíces latinas y eslavas que aportan matices y connotaciones diferentes.
Su sintaxis es indefinida, casi caótica, expresa flashes de ideas, y la
concordancia entre estas en muchos casos resulta ambigua o, a primera vista, poco
evidente. La puntuación también es muy singular: no emplea mayúsculas ni frases
definidas, casi no hay puntos ni comas.
La traducción española ha sido
capaz de transmitir la fuerza expresiva de esta poesía urbana, que encuentra
una fuente de inspiración en las cosas cotidianas incluso más insignificantes. Es
precisamente por ello que la mayoría de las preguntas planteadas al lector
trataban de las estrategias de su traducción y las dificultades que habían
surgido en el proceso traductológico.
La cuestión central del debate que hubo
tras la lectura fue el sempiterno problema de si se puede transmitir plenamente
en una lengua lo expresado en otra, especialmente cuando hablamos de poesía. La
conclusión fue que era algo casi imposible, pero que esa imposibilidad es
precisamente lo que confiere grandeza al arte traductor.
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